lunes, 28 de marzo de 2011

Fragmento de la novela PICNIC EN LA CARRETERA

Oh, Susana, cógelo, por favor, cógelo, baby, por mí, aunque llores. Lo dejó sonar y sonar. Marcó el único número de móvil que conocía una y otra vez. Fuera empezaba a oscurecer. Se sentiría ya huérfano sin ese número de móvil. Cógelo, baby. En la autovía los dos sentidos empezaban a circular con normalidad. Luces desenfocadas hacia un lado, hacia otro, borrosas como pensamientos que nacían, te iluminaban un instante por dentro y luego nunca llegaban a concretarse. Ya había estado allí, tenía el número de móvil sin el que ya estaría perdido en el mundo y sentía que una vez había sido inalcanzable, montados en el amor, tú y yo, tan inalcanzables como la tortuga de Zenón montada en el tiempo. Pero no lo cogías. Si no lo cogías nunca sabría quién había del otro lado, si había algo que decir todavía, si había a quién decírselo, si lo diría. 
SÓLO AL RENEGAR SOY FIEL, leyó rallado en los cristales y un poco más abajo EL AMOR DURA LO QUE DURA DURA. El tono de llamada insistía, resonaba en su oído con fuerza como si estuviera vivo. Sus ojos leyeron las dos frases otra vez. Cógelo, baby. Impaciente, apoyó el antebrazo en el cristal, luego la frente en el brazo. Se quedó así, muy quieto, oyendo los tonos de llamada, mirando afuera. Vamos, vamos, baby, se dijo impaciente sintiendo que le subía la fiebre a la mirada y entonces se dio cuenta de lo ridículo que era ese momento, podía tratarse del número de Telepizza o de su oficina o de cualquiera de los número que habría leído involuntariamente mientras caminaba bajo el sol. ¿Tendría un trabajo? ¿Le gustaría la pizza? Sus ojos buscaron instintivamente más abajo algo a lo que aferrarse, quisieron leer aquellas frases, pero ya no pudo leer la primera, un borrón de sangre la cubría completamente, el mismo que ya bajaba en reguero como lenta lluvia hacia la segunda para borrarla también. Lentos regueros de sangre gruesa borradores.
Asustado, soltó el auricular azul que quedó descolgado, balanceándose brillantemente sangriento. Se miró las manos palpitantes, la carne fría y sudada, un pulpejo, como de otro. Estaban cubiertas de la misma sangre brillante, casi negra. En los cristales se reflejaba su rostro, automáticamente recordó quién era. ... my girl, my girl, don't lie to me / tell me where did you sleep last night / In the pines, in the pines/ where the sun don't ever shine/ I would shiver the whole night through/ My girl, my girl, where will you go / I'm going where the cold wind blows...